jueves, 28 de noviembre de 2019

¿CUAL CAMINO ES CORRECTO PARA Tí?


LOS DOS CAMINOS



                   A lo largo de la historia de Israel podemos ver como Dios siempre los animaba de diferentes formas a escoger el camino correcto. Por ejemplo, les hablo diciendo: “A los cielos y a la tierra llamo por testigos hoy contra vosotros, que os he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición; escoge, pues, la vida, para que vivas tú y tu descendencia”, (Deuteronomio 30:19). Años más tarde, Josué los exhortó diciendo: “Y si mal os parece servir a Jehová, escogeos hoy a quién sirváis; si a los dioses a quienes sirvieron vuestros padres, cuando estuvieron al otro lado del río, o a los dioses de los amorreos en cuya tierra habitáis; pero yo y mi casa serviremos a Jehová”, (Josué 24:15). También recordamos al profeta Elías amonestándolo por claudicar en dos pensamientos: “Y acercándose Elías a todo el pueblo, dijo: ¿Hasta cuándo claudicaréis vosotros entre dos pensamientos? Si Jehová es Dios, seguidle; y si Baal, id en pos de él. Y el pueblo no respondió palabra”, (1 Reyes 18:21). Finalmente, podemos añadir las palabras del profeta Isaías que los animaba a recorrer el camino justo y no desviarse de él: “Entonces tus oídos oirán a tus espaldas palabra que diga: Este es el camino, andad por él; y no echéis a la mano derecha, ni tampoco torzáis a la mano izquierda”, (Isaías 30:21). La elección del camino correcto es una buena metáfora que nos enseña la realidad de nuestras vidas. Constantemente cada uno de nosotros nos encontramos tomando diferentes elecciones, algunas triviales, pero otras de gran importancia las cuales trascienden en la vida. Generalmente el ser humano se ve atraído por el camino fácil, aquel que le seduce con grandes placeres, riquezas y constantemente rechaza aquel que le muestra dificultad. Sin embargo, frecuentemente las cosas buenas de la vida requieren esfuerzo, dedicación y un camino difícil, y nuestro Señor Jesús lo deja claro en estos versículos.


¿QUE CONSECUENCIA TIENE EL PECADO ?

“Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella; porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan”.
Mateo 7:13-14

                 Contrario a la creencia popular que todas las religiones son buenas y conducen a Dios; Jesús deja claro que no es así, y que solo hay un solo camino. Aquí se nos habla de dos puertas y dos caminos. Uno de ellos tiene una puerta ancha y un camino espacioso el cual es fácil de transitar y muchos son los que por él caminan; pero el otro posee una puerta estrecha y un camino angosto, difícil de transitar y pocos son los que lo caminan. En el evangelio según Lucas encontramos un pasaje parecido donde Jesús motivaba a sus discípulos a esforzarse por entrar por esta puerta estrecha: “Esforzaos a entrar por la puerta angosta; porque os digo que muchos procurarán entrar, y no podrán”, (Lucas 13:23). Aquí en Lucas la palabra “esforzaos” proviene del griego agosídsomai (ἀγωνίζομαι), la cual es la raíz para nuestra palabra agonizar, y se refiere a luchar o esforzarse con gran ahínco. Por ello, el poder entrar por la puerta de la salvación requiere esfuerzo. Lamentablemente la mayoría de personas escogen entrar por la puerta ancha y seguir el camino espacio que les ofrece una vida de placeres y riquezas sin saber que este conduce a la condenación eterna. En contraste, el que entra por la puerta estrecha y sigue el camino angosto se ve expuesto a lo largo de su vida a dificultades y negaciones, pero su fin es la vida eterna.        Por este motivo la vida cristiana es comparada muchas veces con una batalla. El apóstol Pablo dijo en cierta ocasión a Timoteo: “Pelea la buena batalla de la fe…”, (1 Timoteo 6:12), más tarde, antes de morir expreso su gozo al saber que sus días de lucha estaban por terminar: “He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe”, (2 Timoteo 4:7). El apóstol Pedro también expreso lo difícil que es ser cristiano: “Y: Si el justo con dificultad se salva, ¿En dónde aparecerá el impío y el pecador?”, (1 Pedro 4:18). Por ello Jesús enseñaba a través de esta metáfora que la vida del creyente es difícil; pero aquellos que decidan esforzarse, por la fe reciben también las promesas de protección, salud y prosperidad en esta tierra y la herencia eterna en el reino de los cielos, ya que no solo se trata de sufrimiento, tal y como se lo dijo Jesús a Pedro.

“Entonces Pedro comenzó a decirle: He aquí, nosotros lo hemos dejado todo, y te hemos seguido. Respondió Jesús y dijo: De cierto os digo que no hay ninguno que haya dejado casa, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o mujer, o hijos, o tierras, por causa de mí y del evangelio, que no reciba cien veces más ahora en este tiempo; casas, hermanos, hermanas, madres, hijos, y tierras, con persecuciones; y en el siglo venidero la vida eterna”.
Marcos 10:28-

                                Ahora bien, la Biblia deja claro cuál es la puerta por la que debemos entrar. El mismo Jesús nos dice en el evangelio según Juan: “Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo; y entrará, y saldrá, y hallará pastos”, (Juan 10:9). Además aclara cual es el único camino: “Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí”, (Juan 14:6). Por tanto, el único medio que nos conduce a la vida eterna es nuestro Señor Jesucristo, no son las buenas obras ni las religiones, cualquier otro camino conduce a la perdición; sin embargo, cada persona tiene que elegir la puerta por la cual entrara y el camino por el que transitara, de ello dependerá su eternidad.


jueves, 17 de octubre de 2019

¿DE QUE VIENE LA TENTACIÓN?

FUENTES DE TENTACIÓN

Existen tres fuentes de tentación y luchamos con ella todos los dias de nuestra existencia terrenal.

1- La carne: 

 Generalmente somos tentados en nuestra mayor debilidad. ¿Cuál es tu punto débil? ¿Tu sexualidad, temperamento, la gula, la envidia, los celos, la discordia? Di ahora el nombre de tu debilidad para ti mismo (a). Después de responder, tal vez tu próxima pregunta sea: “¿Qué hacer en esos momentos donde me siento impotente ante las tentaciones y qué hacer para vencerlas? sólo con el espíritu fortalecido será posible dominar los impulsos de la carne. Venceremos y dominaremos nuestra carne con la oración y la intimidad con Dios, buscando los frutos del Espíritu que son: alegría, amor, paz, paciencia, amabilidad, mansedumbre, dominio propio, este, sobre todo, conseguimos con mucho esfuerzo, y haciendo mortificaciones, o sea, renunciando a eso que nos gusta mucho: gaseosas, dulces. 



2-El diablo.

 primero hayan de tentar de codicia de riquezas, como suele, para que más fácilmente vengan a vano honor del mundo, y después a crecida soberbia; de manera que el primer escalón sea de riquezas, el segundo de honor, el tercero de soberbia, y de estos tres escalones induce a todos los otros vicios.
Pecamos entonces siguiendo el mismo esquema de siempre: apetitos sensibles, vanidad, orgullo, posesividad, codicia.  La mecánica de las tentaciones es siempre la misma: cuando alguna cosa creada ocupa el lugar de Dios. Esa cosa creada puede ser cualquiera: la carnalidad, el ego, o las riquezas, cuando las queremos más que a Dios, estamos en un grave, gravísimo problema. Porque nuestra alma tiene un agujero del tamaño de Dios, y tratar de llenarla con alguna criatura finita, nos hace más infelices, y no más felices. De allí la gran ansiedad y depresión del mundo contemporáneo: tienen demasiado, y no saben qué hacer con ese demasiado. Pero no tienen lo único necesario, lo único que puede hacerlo
s felices: el Amor Infinito de Dios. Quien a Dios tiene, nada le falta. Solo Dios basta.

3- El mundo
Si alguien desea ponerse en camino para buscar a Dios, respondiendo a la llamada que éste le dirige a seguirle, debe prepararse para la lucha, como ya avisa la Escritura: «Hijo, si te dispones a servir al Señor, prepárate para la prueba» (Eclo 2,1). Y en la medida en que se avanza por los caminos de la vida espiritual con más fuerza aparece la tentación que tratará de impedir todo progreso.
Por esta razón, todo planteamiento de vida interior debe contar con el demonio y sus estrategias; no hacerlo sería una grave irresponsabilidad de consecuencias catastróficas.
Precisamente para ayudar a descubrir la estructura de las diversas tentaciones en orden a poder realizar un verdadero discernimiento espiritual que permita avanzar en la vida interior presentamos una recopilación de diversos modos de tentación, analizando la intención de su autor y los mecanismos de los que se sirve.
La tentación forma parte sustancial del entramado humano. Allí donde está el hombre está la tentación. Y el Tentador tiene especial cuidado de trabajar en contra de quienes quieren ser mejores o intentan seguir el camino al que Dios invita al hombre.
La gente ingenua piensa que es tentación cualquier incitación al mal. Eso supone tener en muy poco al diablo, que no se molesta en duplicar tantas y tantas provocaciones al mal que se fabrica el mismo hombre. No, en estos casos no tiene que hacer nada, simplemente asiste divertido al espectáculo gratuito de la autodestrucción humana.
Donde se requiere un arte verdaderamente sutil es en la auténtica tentación; en la acción perfectamente estudiada por la que la fuerza y las capacidades del hombre que intenta convertirse se orientan precisamente a llevarle lejos de Dios hasta acabar en oposición a él. Y si esto se hace sin que el hombre sea consciente, mejor que mejor.


  Jesús lleno del Espíritu Santo, volvió de las orillas del Jordán y se dejó guiar por el Espíritu a través del desierto, donde estuvo 40 días y fue tentado por el diablo. En todos esos días no comió nada, y al final tuvo hambre.
  El diablo le dijo entonces: “Si eres Hijo de Dios, manda a esta piedra que se conv poder sobre estos pueblos y te entregaré sus riquez

miércoles, 16 de octubre de 2019

¿COMO VENCER LA TENTACIÓN?

¿COMO VENCER LA TENTACIÓN ?

La tentación son aquellos que nos inducen a realizar algo indebido.
En este mundo muchas ha cosas indebidas delante de Dios se van a presentar.
(El pecador ha normalizado muchos pecados.Isaías 5:20) y como podemos vencer

colocado en nuestras manos. Por medio de la oración, el hijo de Dios puede vencer todas las cosas. Pero hay una cosa que quita el arma de la oración de nuestras manos. ¿Qué es  el pecado?
Cuando cedemos a la tentación, Dios no oirá nuestras oraciones. Satanás sabe eso, y esta es una razón por la cual trabaja tan duro tentando a los cristianos para que pequen

¿PUEDE SATANÁS OBLIGARNOS A PECAR? No, no puede. Satanás puede tentarnos para que pequemos, pero no puede obligarnos a pecar.
¿ES PECADO SER TENTADO? No, no es. El Señor Jesús fue tentado, y sabemos que no pecó. La Biblia dice que Él fue "tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado".
Debemos entender este punto con claridad: La tentación no es pecado. A Satanás le gusta condenar a los cristianos aun cuando no hayan pecado. Le gusta hacer que se sientan culpables al haber sido tentados por algún pecado, pero el ser tentado no es pecado.
¿CUÁNDO ENTRA EL PECADO?

 El pecado entra cuando decimos Sí a la tentación. Pecamos cuando cedemos a la tentación.
La Biblia habla de algunos pecados que son externos, y de otros pecados que son internos.
Por pecados externos, queremos decir pecados tales como maldecir, mentir, robar, inmoralidad, ebriedad, homicidio. Ningún cristiano debe ser culpable de estos pecados. Si estos pecados todavía existen en la vida de una persona, no hay evidencia que haya nacido de nuevo.
Pero, tristemente, tanto los cristianos como los inconversos son culpables de pecados internos. Por pecados internos queremos decir pecados tales como orgullo, celos, envidia, egoísmo, falta de perdón, odio, codicia. Estos son los pecados secretos que los ojos del hombre no pueden ver. Pero Dios sí los ve y a Su vista son odiosos. Tenemos que aprender a triunfar sobre ellos.
CADA CRISTIANO TIENE ALGÚN PECADO QUE LE ASEDIA. Ese es el pecado con el cual más eres tentado. Satanás conoce tu punto más débil, y es allí donde más te tienta. Para triunfar sobre ese pecado y los demás pecados en tu vida, debes aprender a vencer la tentación.

TODO CRISTIANO DEBE APRENDER A VENCER LA TENTACIÓN, porque seremos tentados. Pero, por la gracia de Dios, podemos vencer la tentación. En esta lección aprenderemos a hacer esto. En primer lugar, contestemos algunas preguntas acerca del pecado y de la tentación.

jueves, 3 de octubre de 2019

LA TENTACIÓN DE SER HUMANO

LA TENTACIÓN

¿QUE ES LA TENTACIÓN? 
La tentación es el impulso que nos mueve a hacer algo, especialmente algo malo. Por ejemplo, mientras usted va de compras, ve algo que le gusta y piensa que sería fácil robarlo sin que nadie lo viera. Pero su conciencia le dice que no lo haga, así que rechaza ese pensamiento y se va. En ese momento, le ha ganado la batalla a la tentaci

QUE DICE LA BIBLIA SOBRE LA TENTACIÓ

Que  Que alguna vez nos sintamos tentados a hacer algo malo no nos convierte en malas personas. La Biblia reconoce que todos nos enfrentamos a tentaciones (1 Corintios 10:13). Lo que de verdad importa es cómo reaccionamos ante ellas. Algunas personas se recrean en ese mal deseo y, tarde o temprano, terminan cediendo; mientras que otras lo rechazan de inmediato porque saben que está mal.


¿COMO VENCER LA TENTACIÓN?
Es parte de nuestra vida. Pero debemos ser concientes de que no tienen la última palabra. La tentación nos incita a pecar, pero depende de nosotros acoger la voz de Dios y decir “¡No!” al tentador. Éstas, una vez vencidas, nos fortalecen en la fe y renuevan nuestra opción por Cristo. ¡No le tengas miedo a las tentaciones, antes bien, lucha contra ella y supéralas con la ayuda de Dios! Para perseverar en la lucha quisiera compartirles algunos consejos que da el mismo Jesús a Santa Faustina Kowalska, quien vio al Señor después de la comunión el día 3 de febrero de 1938. La santa sufría constantes tentaciones tanto de fe como contra sus votos religiosos y Jesús quiso confortarla dándole 6 consejos para superar este momento de prueba. ¿Te animas a conocerlos? Quizá puedan ayudarte a tí también a superar los momentos de tentación y decirle nuevamente “¡Sí!” a Dios.

PREGUNTAS
1. ¿ES PECADO SER TENTADO?
2. ¿CUALES SON LAS FUENTES DE LA TENTACIÓN?
3. ¿CUALES SON LOS CONDUCTOS DE LA TENTACIÓN?
4. ¿QUE IMPORTANCIA TIENE LA TENTACIÓN EN LA VIDA DEL CRISTIANO?
5. ¿COMO PODEMOS VENCER LA TENTSACIÓN?.

RESPUESTAS
1...
2...
3...
4...
5...

lunes, 30 de septiembre de 2019

¿COMO PRODUCE EL PECADO?

¿COMO PRODUCE EL PECADO?

Dios ha creado al hombre a su imagen y semejanza y le ha dado una misión específica: asegurar su felicidad terrena y eterna a través del cumplimiento de las leyes que Él mismo le ha dado y con la guía de su conciencia recta.

Pero, desde el momento en que Dios creó a un ser libre, se hace posible el pecado. Para que esto no sucediese, forzosamente Dios tendría que privar al hombre de su libertad y reducirlo a un estado semejante al animal, en el que sería incapaz de amar.

Dios nos da la vida, la inteligencia, la voluntad, la libertad, la conciencia y las leyes para que cumplamos con nuestra misión.

Dios no puede ser responsable del mal uso que hagamos de aquello que nos ha dado.
El pecado es, por lo tanto, una "iniciativa del hombre", es una negativa a colaborar con el plan de Dios en una circunstancia determinada.

El no querer colaborar con el plan del Autor generará forzosamente desorden en la obra de Dios y las consecuencias de este desorden se revertirán contra el mismo hombre que peca y contra sus semejantes, tal como ya hemos visto.



El pecado

Es una falta contra la razón, la verdad, la conciencia recta. En palabras de San Agustín, el pecado es “toda palabra, acto o deseo contra la ley de Dios”, también lo define como “dejar a Dios por preferir las criaturas”.

La definición clásica de pecado es: <“la transgresión”: es decir violación o desobediencia; “voluntaria”: porque se trata no sólo de un acto puramente material, sino de una acción formal, advertida y consentida; “de la ley divina”: o sea, de cualquier ley obligatoria, ya que todas reciben su fuerza de la ley eterna.

El pecado es, por tanto, la mayor tragedia que puede acontecer al hombre: en pocos momentos ha negado a Dios y se ha negado también a sí mismo. A causa de un capricho pasajero. Es una desobediencia voluntaria a la Ley divina. Es una alteración del orden.

En todo pecado se ve una rebeldía querida y libre del ser creado contra su Creador.

Al hablar del pecado hay que señalar que son dos los elementos:
Alejamiento o aversión a Dios: es su elemento formal, y propiamente hablando, no se da sino en el pecado mortal, que es el único en el que se realiza en toda su integridad la noción de pecado.

Cuando se rompe el precepto divino, el pecador percibe que se separa de Dios, y sin embargo, realiza la acción pecaminosa. No importa que no tenga la intención directa de ofender a Dios, pues basta que el pecador sé de cuenta de que su acción es incompatible con la amistad divina y, a pesar de ello, la realice voluntariamente, incluso con pena y disgusto de ofender a Dios. En todo pecado mortal hay una verdadera ofensa a Dios por múltiples razones
  • Porque es el supremo legislador, que tiene el derecho a imponernos el recto uso de la razón mediante su ley divina, que el pecador rompe advertida y voluntariamente.
  • Porque es el último fin del hombre y éste al pecar se adhiere a una criatura en la que de algún modo pone su fin.
  • Porque es el bien sumo e infinito, que se ve rechazado por un bien creado y perecedero elegido por el pecador.
  • Porque es gobernador, de cuyo supremo dominio se intenta sustraer el hombre, bienhechor que ve despreciados sus dones divinos, y juez al que el hombre no teme a pesar de saber que no puede escapar de Él.

    El pecado y la amistad con Dios son como el agua y el aceite: incompatibles. No pueden estar ambos en el mismo corazón. Por eso, todo pecado significa el alejamiento o aversión a Dios, aún cuando el que lo comete no odie a Dios y ni siquiera pretenda ofenderlo.

    La conversión a las creaturas: cuando el hombre peca, generalmente, más que querer ofender a Dios, toma por bueno o mejor un bien creado o una persona, piensa que el pecado es algo que le conviene, le da una felicidad momentánea, sin darse cuenta que solamente es un bien aparentemente que al final de cuentas lo llevará al remordimiento y la decepción.
    Se puede decir que es un rechazo de Dios y un mal uso de algo creado. Santo Tomás en la Suma Teológica dice: “el pecado es una verdadera estupidez”, cometida contra la recta razón, pues por escoger un bien finito, se pierde un bien infinito.

    Además el pecado lesiona el bien social, la inclinación al mal que existe desde el pecado original, que se agrava con los pecados actuales, influyen en la sociedad. Las injusticias del mundo son producto del pecado del hombre, ya sean de carácter, político, social. Es lo que conocemos como pecado social, todo pecado tiene una dimensión social, pues la libertad de todo ser humano tiene una orientación social.
    Reconciliación y Penitencia, Juan Pablo II, n 16

    Todo pecado lesiona al cuerpo místico de Cristo, por lo tanto, repercute en la Iglesia.

    Juan Pablo II nos dedía en su exhortación apostólica “que se puede hablar de la comunión del pecado”, por el que un alma se abaja, abaja consigo a la Iglesia y en cierto manera a todo el mundo. “No existe pecado alguno, aún el estrictamente individual, que afecte exclusivamente al que lo comete”.



  • Además de ofender a Dios, el pecado degrada al hombre mismo, pues cambia su dignidad de “dueño de la creación”, por el de “esclavo de las criaturas”. El pecado hace perder de vista el fin infinito al que está llamado y hace poner la voluntad y la inteligencia en cosas caducas y terrenas

  • Dios ha creado al hombre a su imagen y semejanza y le ha dado una misión específica: asegurar su felicidad terrena y eterna a través del cumplimiento de las leyes que Él mismo le ha dado y con la guía de su conciencia recta.

    Pero, desde el momento en que Dios creó a un ser libre, se hace posible el pecado. Para que esto no sucediese, forzosamente Dios tendría que privar al hombre de su libertad y reducirlo a un estado semejante al animal, en el que sería incapaz de amar.

    Dios nos da la vida, la inteligencia, la voluntad, la libertad, la conciencia y las leyes para que cumplamos con nuestra misión.

    Dios no puede ser responsable del mal uso que hagamos de aquello que nos ha dado.
    El pecado es, por lo tanto, una "iniciativa del hombre", es una negativa a colaborar con el plan de Dios en una circunstancia determinada.

    El no querer colaborar con el plan del Autor generará forzosamente desorden en la obra de Dios y las consecuencias de este desorden se revertirán contra el mismo hombre que peca y contra sus semejantes, tal como ya hemos visto
    • Porque es el supremo legislador, que tiene el derecho a imponernos el recto uso de la razón mediante su ley divina, que el pecador rompe advertida y voluntariamente.
    • Porque es el último fin del hombre y éste al pecar se adhiere a una criatura en la que de algún modo pone su fin.
    • Porque es el bien sumo e infinito, que se ve rechazado por un bien creado y perecedero elegido por el pecador.
    • Porque es gobernador, de cuyo supremo dominio se intenta sustraer el hombre, bienhechor que ve despreciados sus dones divinos, y juez al que el hombre no teme a pesar de saber que no puede escapar de Él.

      El pecado y la amistad con Dios son como el agua y el aceite: incompatibles. No pueden estar ambos en el mismo corazón. Por eso, todo pecado significa el alejamiento o aversión a Dios, aún cuando el que lo comete no odie a Dios y ni siquiera pretenda ofenderlo.

      La conversión a las creaturas: cuando el hombre peca, generalmente, más que querer ofender a Dios, toma por bueno o mejor un bien creado o una persona, piensa que el pecado es algo que le conviene, le da una felicidad momentánea, sin darse cuenta que solamente es un bien aparentemente que al final de cuentas lo llevará al remordimiento y la decepción.
      Se puede decir que es un rechazo de Dios y un mal uso de algo creado. Santo Tomás en la Suma Teológica dice: “el pecado es una verdadera estupidez”, cometida contra la recta razón, pues por escoger un bien finito, se pierde un bien infinito.

      Además el pecado lesiona el bien social, la inclinación al mal que existe desde el pecado original, que se agrava con los pecados actuales, influyen en la sociedad. Las injusticias del mundo son producto del pecado del hombre, ya sean de carácter, político, social. Es lo que conocemos como pecado social, todo pecado tiene una dimensión social, pues la libertad de todo ser humano tiene una orientación social.
      Reconciliación y Penitencia, Juan Pablo II, n 16

      Todo pecado lesiona al cuerpo místico de Cristo, por lo tanto, repercute en la Iglesia.

      Juan Pablo II nos dedía en su exhortación apostólica “que se puede hablar de la comunión del pecado”, por el que un alma se abaja, abaja consigo a la Iglesia y en cierto manera a todo el mundo. “No existe pecado alguno, aún el estrictamente individual, que afecte exclusivamente al que lo comete”.

      Además de ofender a Dios, el pecado degrada al hombre mismo, pues cambia su dignidad de “dueño de la creación”, por el de “esclavo de las criaturas”. El pecado hace perder de vista el fin infinito al que está llamado y hace poner la voluntad y la inteligencia en cosas caducas y terrenas

      Pero, ¿por qué pecamos aún cuándo conocemos la verdad
    • Hay tres factores que nos hacen muy vulnerables al pecado:

      1. El principal es el demonio, que nos presenta realidades desfiguradas como si fueran algo deseable y bueno, aunque realmente sean malas.

      Es un espíritu opuesto a Dios, con un objetivo opuesto al de Dios. Si el objetivo de Dios es el bien, su objetivo es el mal. Actúa en coherencia con su objetivo y pretende su gloria y no la de Dios.

      Provoca al hombre tentándolo. Es un ser inteligente y, por ello, engaña al hombre para que se acerque al mal y no al bien.

      Debemos afrontarlo por medio de la santidad, sí él es opuesto a Dios, se aleja de allí donde está Dios (oración, sacramentos).

      Su vida está dedicada a apartarnos de Dios.

      2. Otro factor que nos hace pecar es lo negativo del mundo y su ambiente: la falta de educación, la ociosidad, los malos ejemplos, los problemas familiares, las modas, los estereotipos sociales, etc. Y también sus atractivos: el poder, las riquezas, la situación social, que son buenos en sí mismos, pero tomados como fin y no como medio, nos llevan fácilmente al pecado.

      3. Por último, está “la carne”: instintos humanos que no están sometidos a la inteligencia, los vicios o hábitos malos y el simple egoísmo que nos hace buscar sólo nuestra propia satisfacción.


      La Tentación

      La tentación, es sólo una inclinación y que no hay que confundir con el pecado, pues en este último se da el paso. No es lo mismo “sentir que consentir”.

      Sentir es una reacción de los sentimientos ante algo que provoca atracción o rechazo.
      Consentir es un acto de la voluntad, es una decisión.

      No es pecado sentir. Para que haya pecado tiene que intervenir la voluntad. Sólo cuando decidimos aceptar la invitación hay pecado.

      La tentación es una sugestión interior, que por causas internas o externas, incita al hombre a pecar. Actúan engañando al entendimiento con falsas ilusiones, debilitando a la voluntad, haciéndola floja a base de caer en la comodidad, la negligencia, etc., instigando los sentidos, principalmente la imaginación, con pensamientos de sensualidad, de soberbia, de odio, etc.

      Por ello hay que huir de toda ocasión de pecado, es decir las situaciones que favorecen la aceptación del pecado.










      ¿Puedo perder el Cielo por dejarme llevar por el ambiente?

      El ambiente nos puede arrastrar a cometer muchos pecados de pensamiento, palabra, obra u omisión, pero nuestras conciencias, si están bien formadas, nos ayudarán a distinguir si nuestros pecados son lo suficientemente graves como para haber roto la amistad con Dios.

      Los pecados mortales, que rompen la amistad con Dios y nos convierten directa e inmediatamente en merecedores del infierno, son aquellos que cumplen con tres condiciones:

      1. Materia grave. Esto se cumple cuando vamos directamente en contra de la ley de Dios, cuando rompemos con el orden establecido por Él. No es que nos desviemos, sino que vayamos exactamente en sentido contrario a las indicaciones que Dios nos da a través de nuestra conciencia y de la ley.

      2. Pleno conocimiento. Sabemos que la materia es grave, sabemos que es una rebeldía contra Dios y aún así elegimos hacerlo.

      3. Pleno consentimiento. Usamos nuestra libertad y nuestra voluntad para hacerlo. Lo queremos realizar conscientemente y no porque algo o alguien nos obliga.

      Cuando falta alguna de las condiciones anteriores, entonces se trata de un pecado venial. No nos hace merecedores del infierno, pero debilita la amistad con Dios y nos hace más débiles para luchar con las tentaciones del demonio, del mundo y de la carne.

    Pero, ¿por qué pecamos aún cuándo conocemos la verdad?

    Hay tres factores que nos hacen muy vulnerables al pecado:

    1. El principal es el demonio, que nos presenta realidades desfiguradas como si fueran algo deseable y bueno, aunque realmente sean malas.

    Es un espíritu opuesto a Dios, con un objetivo opuesto al de Dios. Si el objetivo de Dios es el bien, su objetivo es el mal. Actúa en coherencia con su objetivo y pretende su gloria y no la de Dios.

    Provoca al hombre tentándolo. Es un ser inteligente y, por ello, engaña al hombre para que se acerque al mal y no al bien.

    Debemos afrontarlo por medio de la santidad, sí él es opuesto a Dios, se aleja de allí donde está Dios (oración, sacramentos).

    Su vida está dedicada a apartarnos de Dios.

    2. Otro factor que nos hace pecar es lo negativo del mundo y su ambiente: la falta de educación, la ociosidad, los malos ejemplos, los problemas familiares, las modas, los estereotipos sociales, etc. Y también sus atractivos: el poder, las riquezas, la situación social, que son buenos en sí mismos, pero tomados como fin y no como medio, nos llevan fácilmente al pecado.

    3. Por último, está “la carne”: instintos humanos que no están sometidos a la inteligencia, los vicios o hábitos malos y el simple egoísmo que nos hace buscar sólo nuestra propia satisfacción.


    La Tentación

    La tentación, es sólo una inclinación y que no hay que confundir con el pecado, pues en este último se da el paso. No es lo mismo “sentir que consentir”.

    Sentir es una reacción de los sentimientos ante algo que provoca atracción o rechazo.
    Consentir es un acto de la voluntad, es una decisión.

    No es pecado sentir. Para que haya pecado tiene que intervenir la voluntad. Sólo cuando decidimos aceptar la invitación hay pecado.

    La tentación es una sugestión interior, que por causas internas o externas, incita al hombre a pecar. Actúan engañando al entendimiento con falsas ilusiones, debilitando a la voluntad, haciéndola floja a base de caer en la comodidad, la negligencia, etc., instigando los sentidos, principalmente la imaginación, con pensamientos de sensualidad, de soberbia, de odio, etc.

    Por ello hay que huir de toda ocasión de pecado, es decir las situaciones que favorecen la aceptación del pecado.


    ¿Puedo perder el Cielo por dejarme llevar por el ambiente?

    El ambiente nos puede arrastrar a cometer muchos pecados de pensamiento, palabra, obra u omisión, pero nuestras conciencias, si están bien formadas, nos ayudarán a distinguir si nuestros pecados son lo suficientemente graves como para haber roto la amistad con Dios.

    Los pecados mortales, que rompen la amistad con Dios y nos convierten directa e inmediatamente en merecedores del infierno, son aquellos que cumplen con tres condiciones:

    1. Materia grave. Esto se cumple cuando vamos directamente en contra de la ley de Dios, cuando rompemos con el orden establecido por Él. No es que nos desviemos, sino que vayamos exactamente en sentido contrario a las indicaciones que Dios nos da a través de nuestra conciencia y de la ley.

    2. Pleno conocimiento. Sabemos que la materia es grave, sabemos que es una rebeldía contra Dios y aún así elegimos hacerlo.

    3. Pleno consentimiento. Usamos nuestra libertad y nuestra voluntad para hacerlo. Lo queremos realizar conscientemente y no porque algo o alguien nos obliga.

    Cuando falta alguna de las condiciones anteriores, entonces se trata de un pecado venial. No nos hace merecedores del infierno, pero debilita la amistad con Dios y nos hace más débiles para luchar con las tentaciones del demonio, del mundo y de la carne.



  • El pecado

    Es una falta contra la razón, la verdad, la conciencia recta. En palabras de San Agustín, el pecado es “toda palabra, acto o deseo contra la ley de Dios”, también lo define como “dejar a Dios por preferir las criaturas”.

    La definición clásica de pecado es: <“la transgresión”: es decir violación o desobediencia; “voluntaria”: porque se trata no sólo de un acto puramente material, sino de una acción formal, advertida y consentida; “de la ley divina”: o sea, de cualquier ley obligatoria, ya que todas reciben su fuerza de la ley eterna.

    El pecado es, por tanto, la mayor tragedia que puede acontecer al hombre: en pocos momentos ha negado a Dios y se ha negado también a sí mismo. A causa de un capricho pasajero. Es una desobediencia voluntaria a la Ley divina. Es una alteración del orden.

    En todo pecado se ve una rebeldía querida y libre del ser creado contra su Creador.

    Al hablar del pecado hay que señalar que son dos los elementos:
    Alejamiento o aversión a Dios: es su elemento formal, y propiamente hablando, no se da sino en el pecado mortal, que es el único en el que se realiza en toda su integridad la noción de pecado.

    Cuando se rompe el precepto divino, el pecador percibe que se separa de Dios, y sin embargo, realiza la acción pecaminosa. No importa que no tenga la intención directa de ofender a Dios, pues basta que el pecador sé de cuenta de que su acción es incompatible con la amistad divina y, a pesar de ello, la realice voluntariamente, incluso con pena y disgusto de ofender a Dios. En todo pecado mortal hay una verdadera ofensa a Dios por múltiples razones: